Miguel Ángel ‘Pipi’ Granier: El zinguero que se hizo escritor para “engrandecer a los pioneros de Pinamar”

04.11.2021

Cualquier edad es buena para empezar algo diferente, descubrir una nueva vocación y darle un giro a la vida. Miguel Ángel 'Pipi' Granier tiene 68 años y está a punto de publicar su segundo libro, después de las "grandes satisfacciones" de 'El otro Edén' (2013). Una historia que nació por su necesidad de rescatar la grandeza de los hombres y mujeres que habitaron estas costas argentinas cuando eran un desierto. Personas comunes que le enseñaron desde su oficio hasta los valores de quienes, habiendo vivido el horror de la guerra, lucharon para construir un mundo de paz.

Miguel Ángel Granier, con su libro 'El otro Edén'
Miguel Ángel Granier, con su libro 'El otro Edén'

La segunda parte de 'El otro Edén' está muy cerca de ser una realidad. Sin jubilarse como zinguero y manteniendo su rutina de atleta que corre maratones, Granier trabaja en este libro desde hace más de tres años para incluir a más pioneros de Pinamar, pero también a otros de Montecarlo, Valeria, Mar de Ostende, Ostende y Cariló. Con fotos antiguas de los personajes y cuentos relacionados con cada localidad y la naturaleza que tanto admira 'El Francés', el protagonista ficcionado de esta historia verídica, aunque basado en datos de su abuelo paterno nacido en Clermont-Ferrand.

La vida de 'Pipi' Granier da para una película, pero a él solo le interesa transmitir las historias de quienes forjaron su comunidad, con principios, muchísimo trabajo y también con mucho amor. Al escribir, su único objetivo es "engrandecer a los pioneros". Solo contaba con la escuela primaria cuando se decidió a hacerlo. "No soy muy de leer, sí leo la Biblia y libros religiosos, porque eso me ayuda mucho... Yo me doy cuenta de que Dios esta detrás de todo, si no yo no hubiera podido escribir este libro", se sincera. "Después del gran recibimiento de 'El otro Edén', yo entendí que tenía que progresar y me propuse terminar la secundaria hace tres años. Eso me fue llevando a querer tener más conocimiento, también para poder enseñar más. Después hice un curso en la Universidad de Buenos Aires en la facultad de Filosofia y Letras sobre Patrimonio Cultural Comunitario. Todo lo que quiero aprender es para poder enseñarle a mis hijos, a mis nietos", explica el zinguero que ama subirse a los techos para trabajar con los pájaros cantando para él y la vista privilegiada desde las alturas.


Pinamar todavía es un Edén, el mar está, la arena, el árbol, la luna, el sol, las fosforescencias marinas son las mismas, lo que pasa es que muchas veces vamos caminando y vemos todo como algo normal y no valoramos la maravilla que nos rodea


Socio fundador del Club San Vicente, con gran parte de su vida dedicada al deporte y recibido de Director Técnico de fútbol, su primera incursión en la literatura fue de manera manuscrita, "porque en esa época no había computadoras". Entonces se dedicó durante varios años a recopilar todos los hitos deportivos de la comunidad, mientras entrenaba al 'Pibe Centeno'. La mamá del futbolista, que  después jugó en Almagro, es escritora. Ella le ofreció corregir su original, con la mala suerte de que un día la mujer se fue de Pinamar y nunca más supo nada de ella, ni de su libro. Sin embargo, Granier ya está pensando en retomar esa obra, aunque sea empezar de cero otra vez. Y al mismo tiempo, está trabajando en el proyecto de un museo que "será único en toda la zona", adelanta.

Para Granier nada parece imposible, porque conoce bien sus limitaciones. Esa es su estrategia para lograr cualquier meta que se propone. "Primero uno tiene que tener la capacidad de entender hasta qué cosas puede lograr, no cosas alocadas. Si digo vamos a correr una maratón de 100 kilómetros y no... pero sí puedo correr 30 o 25".

Su amor por el atletismo llegó sin buscarlo. Un día, a los 59 años, cambió totalmente su estilo de vida y logró perder 22 kilos. "Un amigo me pidió que lo acompañe a correr y yo no quería saber nada, siempre fui más del fútbol. Pero fui a la carrera y salí segundo y me entusiasmé, me gustó el competir, participar. Y así empecé a entrenarme, con 112 kilos que pesaba, empecé a bajar de a poco, a cuidar la alimentación. Me ayuda mucho Francisco Barrena, el fundador de Forest Run, es un ejemplo, él me cuida, me ayuda, sabe que no nací atleta, así que me aconseja sobre qué carreras puedo hacer".

La afición de Granier por el atletismo lo llevó a conocer muchos países y otras regiones de Argentina, donde siempre encuentra gente amiga y puertas abiertas. "Estuve compitiendo en Budapest, Uruguay, Mexico, Madrid. En Miami, donde salí segundo en el 2018, fui invitado por el consulado argentino". Así va por el mundo llevando la historia de los pioneros. El próximo mes de diciembre tiene una carrera en Colón, Entre Ríos. Como una rutina, antes de viajar por un evento deportivo, Granier se comunica con el Director de Cultura del lugar que visitará para que lo conecte con algún escritor local. Como todo un embajador, en cada biblioteca deja un pedacito de Pinamar.


"Me acuerdo que cuando era chico íbamos con mis hermanos, después de trabajar, a hacer el techo del hospital y decíamos vamos a trabajar en nuestro hospital, en nuestra escuela, en nuestra cancha de futbol... Todos trabajábamos gratis en esas obras y ese sentimiento hacia que lo cuidáramos y también que lo disfrutáramos más. Un día alguien me preguntó: ¿por qué decís mi escuela si vos no vas a la escuela? Y yo le respondí que no, pero van a ir mis hijos, mis nietos y un día iré con ellos y me sentiré orgulloso".

Ese "sentido de pertenencia" es el que Granier intenta transmitir a los niños en los colegios municipales cuando lo invitan a charlar sobre su libro y lo consigue muy bien. "Me dicen profe, cuando me encuentran en la calle. El otro día me crucé a uno que me dijo: profe voy muy bien en MI ESCUELA", se ríe al recordar al pequeño que entendió perfectamente el mensaje.

Sobre cómo se imaginó su libro, Granier explica: "Yo quería que esta historia tuviera un sentimiento, que llegara a la gente de la manera más sencilla. Cuando lo llevé a la editorial, les insistí que quería que lo tocaran lo menos posible, con una corrección mínima. Me interesa que el que lo lea se reconozca en la historia de sus antepasados, que se sienta vivo, tocado o feliz", señala el abuelo de siete nietos que le adoran como a un ídolo.

"Me expreso con palabras muy comunes porque era una época en la que el vocabulario era así simple, común, entendible. Era gente que llegaba de países lejanos, cargados de pena, de dolor, de la guerra. Empezaban una vida lejos de sus raíces y sus familias y llegaron a Pinamar donde había pura arena mar, ni siquiera plantas había, porque las tuvieron que plantar ellos, no había caminos, ni luz, agua, nada. Y de repente se dan cuenta de que aunque les falta todo, este lugar tenía futuro y podía ser su lugar para siempre. Y se dan cuenta de que Pinamar les abre los brazos y los recibe, por eso sienten esa pertenencia de que todo era de todos y por eso cuidaban tanto todo. Eso yo lo mamé desde chico, yo escuchaba muchos los consejos de los pioneros: de joven me decían que me dedicara a trabajar, a la familia, que no saliera con los que toman o los que fuman, me decían conseguí una buena novia, hacé tu casita, todas cosas sanas y lindas... Yo me críe con esas enseñanzas y quería mostrarle a la gente la importancia de los pioneros para Pinamar. Que nadie piense que cuando llegaron ya estaba todo hecho. Fue mucha gente que sufrió y pasó muchos sacrificios para levantar esta ciudad tan hermosa en la que vivimos".


N. del A.: No es exagerado decir que la vida de Miguel Ángel 'Pipi' Granier da para una película. En solo una hora de charla con el zinguero escritor surgen anécdotas fantásticas de su vida, que él cuenta de una manera muy modesta, aunque con el entusiasmo de un niño y con la mirada encendida de asombro. Como cuando comenzó a estudiar francés, alentado por una profesora a la que le estaba arreglando el techo. Él dijo que ni loco, que para qué. Al final, sacrificó un día de fútbol y estuvo un año cursando para aprender el idioma de su abuelo. El Granier que llegó a Argentina para trabajar en los puentes que unían el tren con Chile, y que después trabajó en la gran reforma del techo de la Catedral de La Plata, se fue a vivir a Mar del Plata, donde se casó y nació su padre. El Granier hijo emigró de joven a Pinamar y se enamoró de la viuda de García, de 33 años y ya con otros hijos. De ese amor nació Pipi, y ni su madre sabía cómo surgió su apodo, pero así le bautizaron. Sería por ser el más pequeño. Y volviendo a esas clases de francés, antes de viajar a Europa por primera vez, cuando ya competía como atleta por el mundo, pudo comunicarse con  parientes de su abuelo. Y entonces un centenar de Granier de toda Francia, le recibieron con mesas y manteles en plena campiña y una fiesta que jamás podrá olvidar. El Pipi que de muy joven padeció una leucemia, por la que los médicos creyeron que tenía los días contados, también tiene una historia fabulosa sobre su fe creyente. Estaba postrado en su cama, mientras su madre le cuidaba, cuando una pareja de la religión evangélica llamó a su puerta. Su madre, católica, al principio rechazó el ofrecimiento que hicieron de orar por él, pero sin nada que perder les dejó entrar a verlo. Pipi dice que no puede explicar lo que sintió en ese momento, pero después de un par de visitas comenzó a mejorar de una manera milagrosa, increíble hasta para los médicos que lo habían atendido. Por eso sostiene que su única religión es Dios, la causa que le permite realizar cosas que él como humano no podría (SIC).