Carlos Guardia (87 años), peluquero, asesor de fútbol, poeta, jardinero y enamorado de Elsa: “Las cosas las hago con amor o no las hago”

11.01.2022

Carlos Alberto Jaime Guardia es un trabajador incansable. De profesión peluquero, personaje reconocido en Pinamar y Cariló, a sus 87 años, le dio una tregua al peine y las tijeras solo por la pandemia, si no seguía en la peluquería. En su casa, dice que cada día encuentra una nueva pasión: ahora se dedica al jardín, a cuidar a los perros, a ver fútbol, a jugar a las cartas con su adorada esposa Elsa. "Cambié mi vida totalmente, pero yo tengo un defecto, las cosas las hago con amor o no las hago", asevera Carlos que para este 2022 desea "un país con más gente que quiera trabajar".

De las tijeras de peluquero a las tijeras de podar: Carlos Guardia siempre está trabajando. El peinador dos veces campeón argentino duda sobre tener anécdotas interesantes para compartir, pero pasados los primeros diez minutos de charla ya podemos certificar otro gran episodio de HISTORIAS MAYORES para estrenar este nuevo año.

Carlos nos recibe en su casa, en Valeria del Mar, a una cuadra de la playa justo donde los turistas estacionan para bajar al mar. La extraña decoración de su entrada, con troncos y macetas, la diseñó él mismo para evitar que los autos tomen su vereda. "Yo soy un bicho raro, un poco payaso, así tengo el jardín", justifica Carlos su paisajismo fuera de lo común y explica que a fin de mes piensa sembrar más flores, porque ahora los perros que cuida a uno de sus hijos le estropearon todo.

Su mujer Elsa (82 años) no quiere participar en la entrevista para no quitar protagonismo a su "muchachito" y bajo la sombra de los árboles Carlos empieza a rememorar una vida de pasión y compromiso en todo lo que ha emprendido, desde muy joven hasta hoy.

Como en una máquina del tiempo, viajamos desde su infancia en Floresta, donde era el menor de ocho hermanos y su padre ejercía el oficio de herrero artístico, mientras que su madre iba a entregar ropa en Alem y Corrientes "a caballo". Hasta él se sorprende del vertiginoso cambio del mundo al recordarse en sulqui por las calles de Buenos Aires.

"Si empezamos a hablar de mis tiempos jóvenes, yo estaba estudiando en el Carlos Pellegrini en Pilar y tuve una suerte bárbara de entrar en ese colegio que era el mejor de América". Entonces era adelantado, porque tenía 14 años y cursaba segundo. Pero por esos años tuvo que ir a trabajar con su padre como albañil, en una obra en Martín Coronado. Y fue en aquellos tiempos también que decidió seguir los pasos de su hermano mayor y se inició en el oficio de la peluquería como ayudante. "Mantenía a mi papá y a mi mamá con mi sueldo", se enorgullece porque todas las clientas se hacían baños de crema con él, que eran más caros que los peinados. "Me querían matar los peinadores, porque yo ganaba más que ellos".

Cuando Carlos cumplió 17 años murió una de sus hermanas de manera trágica y él quiso hacerse cargo de sus tres sobrinos. Así se convirtió en un hombre y padre responsable en plena juventud. "Parecía mayor que mis hermanos mayores, porque a esa edad crié una familia, me construí una casa hermosa para cuidar a los niños de mi hermana". Aunque ese destino le tenía reservado al amor de su vida: Elsa Duarte, cinco años más joven que él y amiga de uno de sus sobrinos. Su mujer y primera novia, de la que sigue igual de enamorado. "Era Carnaval y mi sobrino y sus amigos, entre los que estaba Elsa, querían ir al baile, así que para que sus padres les dieran permiso tuve que llevarlos y me quedé sentado en una mesa, mientras ellos se divertían". Pero la sorpresa llegó al día siguiente, cuando le preguntó al sobrino cómo le había ido con Elsa y por respuesta recibió su decepción: "No quiere saber nada conmigo, le gustas vos". Vecina calle de por medio, Elsa entró a trabajar con Carlos y así se convirtieron en socios totales. Se casaron en el año 1959, muy jovencitos, y tuvieron cuatro hijos, "dos nenas y dos nenes". Ahora suman 12 nietos y siete bisnietos, el mayor de 17 años, por lo que se ve con tataranietos dentro de poco.

"Estamos todo el día juntos y la pasamos bien siempre, es un gran amor el nuestro, ojalá lleguemos así a viejitos"

EL PEINADOR POETA Y FUTBOLERO

"Tengo tantas historias", suspira Carlos sin saber muy bien por dónde seguir, así que retomamos el hilo en su época de Campeón Argentino de Peinado, Corte y Color. Doble título, en el año 1965 y 1967. Con clientas famosas como la modelo Karin Pistarini o la actriz Fernanda Mistral. Fue elegido presidente del Comité Artístico del Club de Peinadores y para recaudar el dinero que necesitaban para comprar su sede, se le ocurrió escribir y dirigir una obra de teatro que fue presentada en el teatro Maipo. "Yo soy medio loco, hago mucha poesía y me animé con el teatro", recuerda Carlos. Era una comedia y parodia de la vida de los peinadores en la que no se salvaban ni los "afeminados ni los mujeriegos" de sus chistes y bromas. La función tuvo tanto éxito que, según la memoria de Carlos, el escritor Ulyses Petit de Murat escribió en su columna de los sábados sobre 'El peine rayado': "Nosotros nos volvemos locos por poner a cuatro artistas en un escenario y un loco subió a 36".

Otro de sus clientes fieles y amigo hasta la actualidad es Alfredo Davicce, expresidente de River. "Me tomó como su consejero de fútbol, un deporte que a mí me encanta". Hincha de Boca, su afición no le impidió congeniar con Davicce que lo invitaba a los partidos y lo presentaba como su asesor personal. "Cuando venía a cortarse el pelo yo le aconsejaba qué jugador le convenía comprar y él siempre me escuchaba, quedamos muy amigos, justamente ayer me llamó", señala Carlos sobre el dirigente futbolístico de 92 años. "Cuando yo estaba en el programa del cordobés Rubén Oliva le hice hablar por radio", dice Carlos que de vez en cuando sigue siendo invitado por el periodista radial para "armar lío".

EL FUNDADOR DE UN ESTILO EN PINAMAR

Carlos Guardia es un peluquero conocido y respetado en Pinamar. A estos lares llegó para trabajar durante las temporadas y por un aviso, cuando corrían los años 80. Con sus hijos Carlos Aníbal y Gustavo Alberto, también peluqueros, hacían enero y febrero en una peluquería que estaba en Simbad el Marino. Al final, en esa misma calle inauguraron un local propio en el que también trabajaba Elsa como manicura y depiladora. Hoy sus hijos siguen con el oficio, en Pinamar uno y en Cariló otro. "Yo abría el negocio a las 5:30 am y terminaba a las 11 de la noche, llegué a peinar a 105 clientas en un día. Siempre fui incansable, nunca me vas a escuchar decir que estoy cansado", señala Carlos que remarca: "Eso me dio en la vida esto, yo jamás a una clienta le traté de sacar que gastara plata, hasta me ha pasado de negarme a hacer una permanente a una mujer porque no era bueno para su pelo".



Los cinco perros de raza bulldog francés comienzan a ponerse inquietos y reclaman la atención de Carlos que ya lleva más de 40 minutos reviviendo sus memorias. "No sé si algo de todo lo que te cuento te servirá para algo", me mira el cabello y anuncia: "Tengo un sistema que no lo usa nadie, yo te voy a sacar el florecido sin cortarte el pelo, ya lo vas a ver, espérame un segundo", dice y se va dentro de la casa. Al poco tiempo vuelve, con Elsa que trae un estuche con peines y tijeras y un delantal de peluquería para mí. Mientras charlamos con su mujer, quedo en manos del artista.

Yo abría el negocio a las 5:30 am y terminaba a las 11 de la noche, llegué a peinar a 105 clientas en un día. Siempre fui incansable, nunca me vas a escuchar decir que estoy cansado"

"A mí no me gusta mirar el fútbol, es en lo único que nos diferenciamos, cuando él escucha un partido yo tejo. Pero jugamos mucho a las cartas, al chinchón, porque siempre le gano", suelta su contagiosa risa la mujer de melena blanca y ojos de quinceañera. "El es mi muchachito, es tan divino, mira lo que es", lo adula Elsa que también recibe elogios de su marido: "Ella es preciosa, pero no sabes lo que era de joven, tráele alguna foto, dale", le pide Carlos mientras da el toque final a mi melena que queda como nueva sin perder su largo. "Mi caballito de batalla es sacar el florecido, nadie lo hace ya", señala.

En blanco y negro se despliega el álbum del casamiento, donde aparecen los padres, los sobrinos, los hermanos. El mayor vivió 101 años y Carlos sostiene que no le molestaría vivir tanto tiempo, si es con buena salud. Desde hace unos meses, solo le aqueja un problema de circulación en las piernas por el que redujo sus largas caminatas, y algún ataque de vértigo por el que no se animó a seguir manejando. Elsa también está muy fuerte, se cuidan y miman mutuamente. "Estamos todo el día juntos y la pasamos bien siempre, es un gran amor el nuestro, ojalá lleguemos así a viejitos", se congratulan de su suerte tomados de la mano.

Para este 2022, además de salud, Carlos dice que su deseo es que Argentina prospere porque tenemos un gran país, con un gran problema: "Somos 40 millones, y a 20 le gusta trabajar y los otros 20 prefieren vivir de arriba", se lamenta. Tampoco entiende las divisiones irreconciliables, verbigracia su relación con Davicce con el que pese a ser de equipos rivales, siempre se trataron con admiración y respeto.